Cuando conocí el título de tu libro pensé que había dos sentidos ahí: por un lado, la idea de un mecanismo mediante el cual funciona lo cotidiano, algo abstracto, y por otro lado, lo concreto y barrial, que es pensarte a vos como una mecánica que se pone el overol para reparar los días. ¿Qué interpretación es más adecuada?
La mecánica de los días tiene que ver con las fuerzas capaces de producir movimientos, el funcionamiento de lo cotidiano. Al día lo veo acá como una máquina concreta, con sus engranajes y tornillos, que produce movimientos armónicos y caóticos. Pero también dentro de la cotidianeidad está lo otro que compone los días, eso abstracto. Es una energía que está por debajo, por arriba, entre medio de los motores. No sabemos muy bien cómo funciona, pero sabemos que está. Los días están hechos de aquello que conocemos como dinámica: hay una lógica en lo cotidiano. Pero para aquello que los hila no hay entendimiento. La energía que une los cuerpos con otros cuerpos, los cuerpos con las herramientas, las casualidades escapan a los mecanismos de interpretación. Sin embargo, esa energía sigue ahí y es lo más fuerte. Más fuerte que el acero de los tornillos y las velocidades de cualquier motor. No había pensado en mí como una mecánica de Caseros, toda vestida de azul, quizá. Aunque podría ser, me gusta y es viable esa interpretación. Hay un poco de reparación. Si pienso en lo caótico de los días, del tiempo, entro en los poemas con mi caja de herramientas para, por lo menos, reparar los engranajes, que es lo que puedo tocar. La energía que va entre medio es tan superior que hace su trabajo (aunque es parte también el querer luchar contra ella) y se repara sola, de algún modo.
Si te ponés en el lugar de lectora de tu propia poesía, ¿pensás que cada uno de tus poemas responde algo de vos?
Creo que cada poema tiene algo propio o algo de lo que/quien me rodea, aunque sea pequeño. A partir de ahí nace y se va encontrando con otras cosas en el camino. Con lo que no existe, a veces, también.
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Tres primeros poemas de La mecánica de los días (2012, Editorial Simulcoop)
La música entra y me avisa
El primer
sentimiento de mi vida funda
la
génesis de una cadena
de otros
sentimientos.
El miedo
a todo lo
que estuviera fuera de mí
y sobre
todo dentro.
En la
plaza suena la murga
la gente
que vive en mi casa pide silencio,
sin
embargo la música entra y me avisa
que es
momento de bailar.
Ya no es
más el tiempo
de
intentar ser siempre la preferida,
esa que
tiene una fe crédula
previa a
toda herida.
Estación Villa Bosch
Conozco
de memoria
los
escalones de la estación
que
forman escaleras, bancos o camas.
Me
alcanzan, mugrientos
al lugar
donde llega el tren.
Cuento
las baldosas
para
quedar en el mismo vagón
todos los
viajes.
Con las
voces que hay,
masitas, linternas, cuadernos
y canciones chacareras,
entro en
las páginas del libro
donde
antes no cabía;
ahora que
los sonidos
me
acompañan a andar.
Apoyada
contra la puerta que no abre
del
tercer furgón
todavía
veo las caras
que miran
mi contratapa.
Imagino que
lo conocen
y saben
bien la historia en la que ando.
Siento la
sonrisa de la protagonista en mi cara,
el pelo
se agita con el viento que no hay.
Sonrío.
Todos ahí saben
a mí me
gusta viajar como en una novela.
Potosí
Hay un
lugar en el mundo
donde el
tiempo no pasa.
Se queda
mirando y avanzan
los
carros de especias, los turistas,
ella
anochece en el mismo sitio.
Tiene una
casa chiquita como sus hijos
es lo
mismo la silla de la cocina
que el
cordón de la vereda, un político
con poder
que el celador del bus.
Es la
misma que su abuela, con distinta ropa.
Desde el
hostal de enfrente la veo bien,
me faltan
sólo dos días para partir.
Miro mis
manos resecas
y pienso
en la crema que olvidé en casa.
A veces
la superficialidad me queda bien,
otras me
hace apunar.
Melisa Papillo nació en 1984 en Caseros, Provincia de Buenos Aires. Se licenció Letras en la Universidad de Buenos Aires y actualmente es docente. La mecánica de los días es su primer libro de poesía.
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